sábado, 5 de diciembre de 2020

Malas tardes

 

Hoy hace una mala tarde que, tal y como anunciaron, deviene en ventosa y fría. Y no es ese el motivo por el que no he salido de casa. La verdad es que no he encontrado mucho aliciente para hacerlo. Creo que me puede la pereza y ni siquiera le echo la culpa a la pandemia. ¿Salir? bueno, pero ¿a dónde? ¿Al centro? ¿a qué? Me imagino deambular sin rumbo entre gente anónima, ahora más que nunca, pasando delante de las tiendas en las que no me apetece entrar. No me anima el escaparate donde los maniquíes exhiben ropa cómoda en tejidos cálidos y de colores neutros, acorde con los tiempos que estamos atravesando. Quizá tomaría un café animado por una nube de soja en alguna desangelada terraza…No, ni siquiera el recuero del apetecible aroma del brebaje me atrae.

Definitivamente, me quedo en casa.

Después de organizar a los gatos, el cepillado de Doffy y la retirada higiénica de Kio, abro el ordenador. Una partida al Candy hasta que me echa el propio pasatiempo por mala jugadora. Realmente no he puesto mucho empeño en el juego.

Pongo música, las 657 melodías que me gustan, en modo aleatorio, así quizá me sorprenda alguna canción de la que apenas tenga recuerdo de que forme parte de mi colección, repertorio donde cabe desde Raphael a Bowie y que agrupo en álbumes que bautizo con títulos tan anodinos como: "para trabajar en julio", "me aburro" o "triste tarde de verano". Escribo esta reflexión y me asalta la duda de si verdaderamente no arrastre una decepción extra planetaria desde hace ya algún tiempo. Igual sea así; refleja un modo de proceder que, según veo, es recurrente y, ¿alarmante? Quizá preocuparme.

Paso página, no creo que solucione hoy esa barahúnda emocional no resuelta, no es el mejor día para hacerlo, quizá en otro momento más lúcido.

Pienso en que lo puedo hacer para salvar esta mala tarde y me viene a la cabeza lo que menos me puede animar. Si, realmente he de retomar el trabajo suspendido ayer, me corre cierta prisa, pero, ni siquiera las musas me acompañan en la ardua tarea de dar forma al resultado de un trabajo que, fuera de su práctica activa, apenas mantiene la ilusión de plasmarlo en una fría y anodina Memoria.  mejor mañana.

Así que abro este documento en blanco en un intento de activar las frecuencias planas hoy en mi cerebro, a sabiendas de que lo que escriba quedará, como otros tantos apuntes, en el cajón sin fondo del disco duro de este aparato.

Buenas tardes.